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¿Por qué no enseñamos a nuestros jóvenes las competencias que les permitirán ser líderes?

Por Jorge Borrero @jeborrero

 

Entre las grandes oportunidades que tuve al estudiar en una escuela de negocios, tal vez la que más me atrajo fue precisamente el poder abordar teorías más bien poco académicas, conceptos como la “Inteligencia Emocional” desarrollado por el sicólogo Daniel Goleman, hasta ese momento eran desconocidos para mí, sin embargo, al comenzar a tratarlos en detalle me impresionó como criterios tan lógicos, aparentemente evidentes me habían evadido toda mi vida, y cómo muchas de las destrezas que nos permiten de verdad ser líderes no tienen absolutamente nada que ver con el conocimiento académico o las ciencias que llamamos “exactas”, en su lugar se relacionan más bien con la capacidad de auto controlarnos y la forma en que trazamos las relaciones con los demás y el mundo.

Hace poco leía un artículo del mismo Goleman, donde con evidencia empírica y un conocimiento sin igual del funcionamiento del cerebro humano concluye que la capacidad de enfocarse en uno mismo, en los demás, en el mundo, y poder alternar entre estos focos son decisivos al momento de llegar a posiciones de liderazgo.

Nadie objeta que el conocimiento académico es relevante, pero solo nos puede llevar hasta cierto punto, una vez alcanzada una posición gerencial o de manejo de equipos, los conocimientos en realidad se asumen como aprendidos, y lo que realmente marca la diferencia entre los líderes exitosos y los que fracasan va mucho más allá de un coeficiente intelectual o un promedio académico.

Las nuevas generaciones están expuestas a más distracciones que cualquier otra que los precedió, la proliferación de dispositivos móviles, y formas impersonales de comunicación hacen que cada vez más, tener la capacidad de mantener la atención sea un verdadero reto, es común ver conversaciones en que los interlocutores prestan más atención a su teléfono móvil que a su contraparte, reduciendo la capacidad de retención, así desperdiciando oportunidades muy valiosas para captar ideas, y crear valor social.

Como anotaba, el primer pilar para ser un líder eficiente es la auto conciencia, convertirse en ese tipo de personas que sabe leer muy bien sus sentimientos y más importante, que no se deja abrumar por ellos, tal es el caso del gerente que ante una situación de estrés financiero de su compañía es capaz de ver el largo plazo, sin caer a la tentación de tomar decisiones inmediatistas que terminan por hacer un daño mayor, o el diseñador que es capaz de asumir un rechazo de una idea, mejorar y presentar un nuevo prototipo. Un segundo pilar atiende la capacidad de leer a los demás, esto es, entender la posición del otro, lo que esta sintiendo y lo que necesita de nosotros, todo esto desde una perspectiva externa, en un rol de “consultor – observador” sin permitir dejarse absorber por la situación o nublar criterio por sentimientos; y un tercer pilar destaca la importancia de ser capaz de percibir ampliamente el ambiente.

El punto de este artículo no es hacer un recuento de las conclusiones de Goleman, (quien desee hacer una inmersión en el tema le recomiendo ampliamente consultar el artículo The Focused Leader de Daniel Goleman en la edición de Diciembre de 2013 de Harvard Business Review), lo que me pregunto es: ¿en qué momento los arquitectos de los planes de estudio con los que formamos a nuestros niños tomarán nota de esta realidad probada?

¿No deberíamos estar trabajando desde ahora en diagnosticar el nivel de atención, auto entendimiento y de percepción de nuestros estudiantes? Cada vez más ejecutivos exitosos recurren a programas de meditación para lograr abstraerse del cumulo de distracciones que los ataca y disparar su desempeño, ¿por qué esperar a que un individuo llegue a la edad de 30 para darle esas herramientas? ¿Qué tiene de absurdo pensar que si una disciplina le va a dar a un alumno la posibilidad de ser un líder organizacional o tener la tenacidad y perseverancia que se necesita para hacer emprendimientos debería ser enseñada, practicada y dominada en sus años de formación básica, secundaria o superior?

Cada vez me convenzo más que la forma estandarizada en que evaluamos el desempeño académico, con una noción rígida de lo que es un “buen estudiante”, lo que hace es dinamitar la creatividad, y comprometer recursos que se podría enfocar en formar material de liderazgo más que autómatas que puedan resolver derivadas en segundos.

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