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Igualdad y educación: una tarea que todavía sigue en deuda

Group Of Protestors With Placards On Demonstration March Against Climate Chane

¿Por qué los espacios educativos, además de ser inclusivos y diversos, también deben ser igualitarios? En ocasiones las resistencias para implementar nuevas estrategias pedagógicas e incluir nuevos referentes curriculares y metodológicos tienen que ver con la imposibilidad que existe para salir de una zona de confort respecto a la enseñanza y es que, si toda la vida se ha hecho lo mismo, ¿por qué debería cambiarse? Este tipo de razonamientos son muy comunes y están vinculados al desconocimiento sobre los temas que hemos tratado a lo largo de esta entrada, por lo que es usual, que existan ciertas resistencias al cambio.  La igualdad en educación tiene un fin concreto: reducir las brechas de género. En Colombia, según el último informe del DANE sobre brechas de género, hay 22,6 millones de mujeres, lo que equivale al 51,6% de la población.  A pesar de que esta relación en términos de población debería ser suficiente para atender de manera oportuna a las mujeres los resultados demuestran lo contrario y es que la desigualdad a nivel educativo repercute, a largo y corto plazo, en el campo laboral en lo que concierne a desempleo o sueldos diferenciales en virtud del sexo. 

¿Qué puede cambiar en las aulas de clase, ya sean físicas o virtuales, con el fin de mejorar la vida de las mujeres? 

Elimine los prejuicios y las ideas preconcebidas sobre el aprendizaje

Currículo y pedagogía son dos conceptos inseparables respecto a la enseñanza y, aunque legalmente, todas las personas que habitan un territorio nacional tiene acceso a la educación ya que es un derecho universal, los resultados son volátiles y asimétricos.  Si los entornos educativos son lugares hostiles que demeritan los conocimientos de las mujeres, por el hecho de ser mujeres, nos enfrentamos a una entrecrucijada en donde es posible que la deserción escolar incremente significativamente. Los sesgos y estereotipos de género, presentes en los contenidos educativos, han segregado hombres y mujeres por medio de clasificaciones entre materias “blandas” y “duras”, lo que supone, que las mujeres no pueden entender temas complejos y optan por desarrollar procesos formativos en campos “más sencillos”. Esta premisa, errónea y segregadora, ha hecho que existan barreras en el aprendizaje, al punto de que muchas niñas y mujeres se desmotiven de manera recurrente. 

Factores como las bajas expectativas de los profesores y de las mismas niñas y mujeres con relación a su capacidad intelectual; la ausencia de  feedback o información sobre su rendimiento académico; el enunciar que es más satisfactorio o fácil enseñarle contenido a niños y hombres que a niñas y mujeres; la escasez de referentes femeninos hacen que se expandan, aún más, las brechas de género, ya que el proceso formativo va a estar atravesado por sesgos y prejuicios.

Motive la participación equitativa a lo largo del proceso de formación

¿Con qué frecuencia, los profesores y profesoras validan de forma positiva y recurrente, los aportes realizados por mujeres en espacios académicos? Aunque esta pregunta parezca extraña tiene mucho que ver con las repuestas diferenciales que hay en entornos educativos. Es frecuente que se resalten con mayor frecuencia los logros alcanzados por los varones y, que cuando una mujer participa, sus hallazgos no tengan el mismo impacto. Si esto ocurre, de manera sistemática y recurrente, es posible que las mujeres y niñas se desanimen a participar y aprender, lo cual puede conducir a altas tasas de deserción escolar, ya que sus conocimientos no son tenidos en cuenta. Entonces, ¿qué significa motivar la participación equitativa durante el proceso formativo? Significa que, durante el tiempo de aprendizaje, los profesores tengan en cuenta las participaciones de mujeres y niñas en el proceso académico y que las reconozcan sin sesgos de género.

Utilice material académico no sexista e incluya autoras en el plan de trabajo

Tal y como lo mencionamos en el apartado anterior, diversificar el contenido bibliográfico es vital al momento de empezar tránsitos hacia educación inclusiva, diversa y no sexista. ¿Se ha preguntado porqué la mayoría de referentes curriculares son hombres?,  si la respuesta es afirmativa, ¿ha indagado por los avances hechos por mujeres a lo largo de la historia?  Durante siglos las mujeres han estado relegadas al plano de lo doméstico y, cuando han hecho parte de círculos de conocimiento no han sido reconocidas de la manera que merecen. Si los contenidos educativos incluyen mujeres, es más probable que las mujeres y niñas se sientan reconocidas y representadas, lo que potencien su aprendizaje.

Inclusión, diversidad e igualdad son tres categorías amplias que contienen, en sus adentros, los reclamos de millones de personas que durante décadas han sido invisibilizados, segregados y excluidos de las diferentes esferas sociales. Aunque en los últimos años los avances para mitigar y disminuir prácticas discriminatorias han sido más frecuentes los índices de violencias basados en género, las acciones de sexismo, racismo y discrimación no cesan. Si bien junio se convirtió en un hito en el que mes a mes se presenta información sobre el tema y, con ánimo festivo, se recuerdan sucesos importantes, es necesario que esta fecha no esté en función de reciclar contenido, construir contenido en función de las tendencias u omitir información que parece no ser aceptada del todo por la sociedad. No solo junio debe ser el mes para hablar sobre estos temas, la tarea debe realizarse en todos los escenarios, todos los días y de manera constante con el fin de crear comunidades más saludables en las que no se tenga que vivir con miedo al ataque. 

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