Aprendizaje

La música, lenguaje universal que optimiza las prácticas educativas

Liderazgo, autonomía, trabajo en equipo, son condiciones que toda persona debe fortalecer para desarrollar un proyecto de vida feliz y en armonía con el entorno. Sin embargo, las condiciones sociales, ambientales, económicas e incluso, religiosas, en las que se educan los niños pueden variar tanto entre culturas que las actitudes y comportamientos que resultan funcionales como líderes en un grupo humano son disfuncionales en otro.

La educación contemporánea ha encontrado que la formación musical a edades tempranas ofrece un conjunto de prácticas, lenguaje, actitudes en las que se implantan formas de liderazgo, trabajo autónomo y trabajo en equipo que se caracterizan por ser de mayor adaptabilidad a diferentes contextos.

En lo que se refiere a liderazgo, la práctica musical frecuente genera una relación entre enseñante y aprendiz que se reviste de unas características particulares: respeto, acompañamiento, capacidad de contención emocional, capacidad para presentar modelos, creatividad y retroalimentación asertiva y oportuna. Los niños y niñas que se encuentran en formación musical establecen patrones de conducta que replican en nuevos escenarios sociales aquello que han experimentado en la formación musical. Como resultado, estos niños y niñas transportan a las demás relaciones entre pares y con adultos ese mismo abanico de conductas aprendido y entrenado en las clases de música.

En lo que tiene que ver con la autonomía, es claro que la formación musical requiere disciplina y autocrítica. Es notable ver cómo los niños y niñas que están en formación musical pueden pasar largas horas practicando una nueva melodía, haciendo mantenimiento a los instrumentos que utilizan, revisan partituras o escuchan versiones diferentes de piezas notables con el ánimo de alcanzar el mayor desempeño en su ejecución musical. La autonomía, lejos de ser el resultado de comportamientos arbitrarios e inconexos, debe dar la oportunidad para que los aprendices de música puedan avanzar individualmente en aquello que se requerirá para una ejecución colectiva.

Todo niño y niña en formación musical debe aprender el arte de trabajar con y por otros. Nada más noble que ver la ejecución de las orquestas juveniles en las que unos y otros respetan los lugares, los silencios, las orientaciones de los directores y cuando tienen la oportunidad de mostrar su pericia, entregar la mejor en unos instantes. El logro de la orquesta es el logro de cada uno en particular. Siente que su aporte ha sido evidente para el éxito del conjunto. Sabe que es único e irrepetible pero también sabe que requiere a los demás para poder disfrutar de la belleza de una pieza bien interpretada. Aquí el trabajo en equipo se experimenta como complementariedad. El grupo ayuda a que cada individuo se integre, se asuma en su diferencia, aporte armónicamente al conjunto y madure integralmente en todas sus dimensiones.

La formación musical se revela como una buena manera para entrenar el liderazgo, la autonomía y el trabajo en equipo entre niños y adultos.

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Mercadólogo y Publicista Columnista La Revista In
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