Por Erna Solberg y Borge Brende, publicado originalmente en World Economic Forum AGENDA
La educación es un derecho humano, y al igual que todos los demás derechos de los hombres, no se puede asumir como dado. Alrededor del mundo 59 millones de niños y 65 millones de adolescentes no asisten a la escuela, más de 120 millones de niños no terminan la educación básica o primaria.
Detrás de estas cifras hay niños y jóvenes a quienes no solo se les está negando su derecho sino las oportunidades, la posibilidad de acceder a un trabajo decente, de escapar a la pobreza, a soportar a sus familias y para desarrollar sus comunidades. Este año los tomadores de decisiones van a trazar las prioridades desarrollo global de los próximos quince años, más vale que sitúen a la educación en una posición alta en su lista.
La fecha límite para las metas de desarrollo del milenio se aproxima con rapidez. Tenemos la responsabilidad de asegurar que la promesa hecha a comienzos del milenio se cumpla: conseguir que los niños y niñas de todo el mundo completen el nivel básico de primaria.
El reto es enorme. Muchos de los individuos que están fuera de la escuela son los más difíciles de localizar, en casos se encuentran en naciones arrasadas por conflictos, desastres y epidemias. Además este último empujón a la meta muy probablemente no este acompañado de crecimientos económicos de dos dígitos que facilitan la expansión de las oportunidades.
Sin embargo podemos tener éxito. Durante los últimos 15 años, gobiernos y sus aliados han demostrado que la voluntad política acompañada de esfuerzos sinceros tiene la capacidad de traer resultados impresionantes, que incluyen la reducción a la mitad del número de niños y adolescentes que no asisten a la escuela. Más aún, muchos países están cerrando la brecha en paridad de género en los niveles de primaria. Este es el momento de redoblar esfuerzos para terminar lo que comenzamos.
Pero no debemos detenernos en la educación secundaria. En las economías de hoy jaladas por el conocimiento, el acceso a educación de calidad y la probabilidad de desarrollo son dos caras de una misma moneda. Es por ello que también es necesario fijar metas para educación secundaria, al mismo tiempo que elevamos la calidad y los resultados de la formación en todos los niveles. Es precisamente eso lo que la meta de desarrollo sostenible en educación que adoptarán los líderes de gobierno este año apunta a hacer.
Atacar el hecho que un estimado de 250 millones de niños no está aprendiendo las competencias básicas que les permitirán entrar al mercado laboral es más que una obligación moral. Esto equivale a invertir en crecimiento sostenible y prosperidad. Para los países y los individuos hay un vínculo evidente entre educación de calidad, crecimiento económico y desarrollo social.
Del mismo modo, asegurarse que las niñas no se queden en el hogar una vez que alcancen la pubertad sino que puedan completar su educación en las mismas condiciones y nivel que sus contrapartes masculinas, no es simplemente altruismo, es un fundamental económico sólido. Comunidades y naciones que tengan éxito en conseguir la paridad de género en educación capitalizarán benéficos sustanciales en salud, igualdad y creación de empleo.
Todos los países sin importar su riqueza económica, serían ganadores al conseguir más y mejor educación para su población. De acuerdo con reporte reciente de la OECD, dotar a los niños y niñas con las competencias necesarias para participar eficazmente en la sociedad, dispararía el PIB anual en un 28% en promedio para países pobres, y en un 16% en los países de ingreso alto para los próximos 80 años.
Los estudiantes de hoy necesitan “competencias del siglo 21”, como los son el pensamiento crítico, solución de problemas, creatividad y conocimiento digital. Pupilos de todas las edades necesitan familiarizarse con nuevas tecnologías y lidiar con ecosistemas de trabajo cambiantes.
De acuerdo con la organización internacional del trabajo, para 2019 se necesitaran 280 millones de empleos adicionales. Resulta vital para quienes diseñan las políticas públicas que la normatividad y los incentivos correctos se activen para garantizar la creación y contratación de esos empleos. Sistemas robustos de educación, soportados por maestros motivados, calificados, profesionalmente entrenados y bien respaldados serán la piedra angular de este esfuerzo.
Los gobiernos deberían trabajar con asociaciones de padres y maestros, también con el sector privado y organizaciones civiles con el fin de encontrar las mejores formas para elevar la calidad de la educación. Se debe incentivar la innovación y hacer nuevas alianzas.
Por supuesto esto cuesta dinero, de acuerdo con la UNESCO para alcanzar nuestros objetivos básicos del año 2030, debemos cerrar una brecha de financiación externa de cerca de 22 billones de dólares. Tenemos los recursos necesarios para completarlo. Lo que hace falta es la voluntad política para hacer las inversiones.
Este es el reto que inspiró a Noruega para invitar a los líderes mundiales a Oslo para la Cumbre De Desarrollo Educativo, en donde podremos trazar estrategias para movilizar al aparato político a comprometer la financiación requerida para el proyecto educativo. Por primera vez en la historia, estamos en la posición de ofrecer oportunidades de educación para todos, si logramos ponernos de acuerdo. No podemos desperdiciar esta oportunidad única.
La responsabilidad de dotar a los ciudadanos con educación de calidad reposa inicial y principalmente en los gobiernos nacionales. Las ayudas no puede reemplazar a las asignaciones presupuestales públicas, sin embargo los países donantes tienen un papel muy importante por desarrollar, especialmente en el apoyo a naciones menos desarrolladas. Debemos reversar la tendencia a la baja en las ayudas para la educación, y apoyarnos para obtener recursos de todas las fuentes. De parte de Noruega ellos están en el proceso de doblar el nivel de asistencia para educación en el período 2013-2017.
Necesitamos intensificar los esfuerzos para llevar a los niños más pobres y más difíciles de alcanzar al sistema educativo. La educación es un derecho para todos, es un derecho igualitario para niños y niñas, lo es para niños discapacitados, para la población en general y ciertamente es un derecho para los 37 millones de niños que no pueden ir a la escuela en lugares afectados por conflictos y desastres, la educación es un derecho sin reservas por lugar de nacimiento. Llego la hora de hacer valer ese derecho.