Procrastinar es una dolencia que llega disfrazada de muchas formas. Puede que decidamos abordar una tarea, pero encontramos un sin número de razones para dilatarla. Podemos dar prioridad a punto que con rapidez podemos limpiar de nuestra lista de pendientes, responder correos, por ejemplo, mientras que dejamos los temas grandes, complejos sin ser tocados por día más. Es posible que nos veamos y nos sintamos ocupados, mientras de manera artística evitamos las tareas que realmente importan, y mientras vemos esos ítems recurrentes en la parte final de nuestra lista de pendientes, no podemos remediar el sentirnos un poco frustrados con nosotros mismos.
El problema radica en el hecho que nuestros cerebros están programados para procrastinar. En general todos tenemos problemas con las tareas que prometen gratificación futura en beneficio de lo inmediato. Eso es porque nuestros cerebros encuentran más fácil procesar lo concreto en lugar de los abstracto, y la “diversión” inmediata en bastante tangible en comparación con aquellos desconocidos y poco ciertos beneficios futuros. Así que el corto plazo domina con facilidad al beneficio futuro en nuestras mentes, un ejemplo de lo que los científicos comportamentales llaman “el sesgo del presente”.
¿Cómo puedes ser menos miope cuando se trata de tus tareas elusivas?, la clave se encuentra en re balancear el análisis de costo beneficio: conseguir que los beneficios de la acción se sientan más grandes, mientras reducimos la sensación sobre los costos. La gratificación por hacer una tarea con beneficio futuro debe sentirse mayor que el dolor inmediato de atacarla.
Para sentir los beneficios de la acción más grandes y reales:
Visualiza lo bien que se sentirá concluirla. Los investigadores han encontrado que las personas son más propensas a ahorrar para el futuro cuando se les enseñan fotos de ellos mismos digitalmente alteradas para envejecerlas. ¿Por qué? Porque hace que sientan el “yo” del futuro como algo real, y asimismo los beneficios del ahorro ganan peso. Cuando aplicamos una versión de esta técnica a cualquier tarea que venimos evitando, simplemente tomando un momento para pintarnos una visión vivida mental de los beneficios de concluirla, en muchas ocasiones es todo lo que se requiere para des atorarse. Así que, si hay una llamada o un email que vienes posponiendo, dale una mano a tu cerebro imaginando la sensación virtuosa de satisfacción que obtendrás una vez lo hagas, e incluso, la expresión de satisfacción y tranquilidad en el rostro de alguien una vez obtengan de ti lo que están necesitando.
Comprométete previamente, en público. Contar a la gente que vamos a concluir algo puede amplificar significativamente la atracción de tomar acción, dado que el sistema de satisfacción de nuestro cerebro responde ampliamente a nuestra posición social. Hay estudios que han encontrado que para nosotros es de inmensa importancia el respeto que obtenemos de los demás, aún de extraños. La mayoría de nosotros no quiere verse como inhábiles o perezosos en los ojos de los demás. Así que decir “Te enviaré ese reporte para el final del día” le añadimos beneficios sociales al logro de cumplir nuestra promesa, lo cual puede, por sí solo, ser suficiente para montarnos en el tren.
Confronta la perdida derivada de la falta de acción. Estudios han encontrado que, extrañamente, somos adversos a evaluar el “estatus quo”. Mientras que probablemente sopesemos los pros y contras de hacer algo nuevo, somos inmensamente menos propensos a considerar los pros y contras de NO hacerlo, lo que se conoce como “sesgo de omisión”, esto, a menudo nos lleva a ignorar algunos beneficios obvios de hacer algo. Supón que vienes retrasando repetidamente la preparación para una reunión que se avecina, eres tentado por tareas más emocionantes, así que te dices a ti mismo que lo puedes hacer mañana, o el día después. Pero si te esfuerzas por ver la perdida potencial, tal vez te darás cuenta que mañana será demasiado tarde para extraer la información que requieres de tus colegas. Si tomas acción inmediata, tienes la posibilidad de acceder a ellos a tiempo, así que te pones en modo acción.
Para lograr que los costos de tomar acción parezcan inferiores:
Identifica el primer paso: Algunas veces simplemente estamos abrumados por la tarea que estamos evitando. Puede ser que tengamos “aprender francés” en nuestra lista de pendientes, pero, ¿quién puede acomodar eso en una tarde promedio?, el truco en este caso es romper las tareas grandes, amorfas, en pasos de bebe que no parezcan enormes. Aún mejor: identifica el más pequeño de los primeros pasos, algo que resulte tan fácil que aún tu cerebro sesgado en el presente pueda ver que los beneficios sobrepasan a los costos. Así que en lugar de “aprender francés” puedes decidir “enviar un email a Nicole pidiendo su consejo para aprender francés”. Consigue esa meta, y te sentirás aún más motivado para dar el siguiente pequeño paso que si continuaras azotándote por no dominar idiomas.
Enlaza el primer paso con una pequeña recompensa: Podemos hacer que el costo de ese primer paso parezca aún menor, si lo atamos a algo que realmente queremos hacer. En otras palabras, enlaza la tarea que No quieres hacer con algo que SI quieres hacer. Por ejemplo, puedes permitirme leer revistas ligeras o libros en el gimnasio, ya que el “placer culpable” ayuda a diluir el costo de corto plazo que el cerebro percibe en el ejercicio. De igual manera, puedes conseguir auto disciplina para completar una tarea escurridiza si te prometes hacerlo en un agradable café con tu bebida favorita en mano.
Elimina el bloqueo escondido: Algunas veces nos encontramos con que volvemos repetidamente a la misma tarea, sin encontrar la disposición de dar el primer paso. Escuchamos una pequeña voz en el cerebro que dice “Si, buena idea, pero…. No”. En este punto lo que debemos hacer es responder a esa voz con algunas preguntas orientadas a determinar qué es lo que realmente hace poco atractiva la alternativa de tomar acción. Esto no requiere sicoterapia. Pregunte con paciencia algunos porque, ¿Por qué se siente difícil hacer esto?, y el bloqueo puede salir a superficie con relativa rapidez. A menudo, la razón es un noble compromiso que compite por nuestra atención y reduce nuestra motivación. Por ejemplo, supongamos que tenemos dificultades comprometiéndonos con una rutina en las primeras horas de la madrugada. Pasados algunos días se hace claro que el reto resulta por tu igualmente fuerte deseo por desayunar con tu familia. Una vez haces evidente el conflicto es más factible que consigas remediarlo, tal vez si fijas tus metas diarias con día de anticipación y las trabajas en el camino a la oficina.
Así que la próxima vez que te encuentres sorprendido por tu inhabilidad para lograr hacer tareas importantes, se gentil contigo mismo. Reconoce que tu cerebro necesita ayuda si va a dejar de ser orientado al corto plazo. Intenta tomar así sea un paso para conseguir que los beneficios de la acción duren más, y los costos menos. Tu extensa lista de pendientes te lo agradecerá.
Caroline Webb es la autora de How to Have a Good Day: Harness the Power of Behavioral Science to Transform Your Working Life. Ella también es la president de la firma de coaching Seveshift y consultora senior de MacKinsey & Company. Twitter @caroline_webb_
Por: Caroline Webb.
Publicado originalmente en Harvard Business Review, Julio 29 2016.